En el día que se nos ha ido José Mari escribo estas palabras porque tuve la suerte de formar parte del que creo que fue su primer grupo de trabajo y de permanecer trabajando con él durante más de 36 años hasta el día de su jubilación, hace solo 6 años (a veces la vida no es justa). Ese primer grupo lo formó después de algunos años de trabajo más o menos en solitario y después del año que pasó en EE.UU., del que supo aprovechar hasta la última gota y que sin duda marcó todo nuestro trabajo posterior.

De las muchas cosas que se pueden decir de José Mari, quiero destacar una de la que hemos hablado mucho todos los compañeros que nos hemos encontrado para darle nuestro adiós. Si hay una palabra que describe como entendía José Mari el trabajo, esa palabra es “EQUIPO”. Aquel grupo inicial ya empezó siendo un grupo muy especial donde los más veteranos y los recién entrados nos sentimos inmediatamente parte de un mismo equipo. Ese grupo de trabajo evolucionó, cambió de miembros (en algún momento nos quedamos solos él y yo), los temas de trabajo fueron también cambiando, pero a pesar de muchas trabas e inconvenientes José Mari consiguió mantenerlo y preservar su carácter esencial de equipo.

Era verdaderamente un grupo singular. No había jefe (mejor dicho, había uno que renegaba de serlo), lo que había era un líder. No había mandatos, había encargos y sugerencias. Pero sobre todo, lo que había era ansias de conocimiento, de rigor y de honestidad. El conocimiento no solo se adquiría sino que también se desarrollaba, y para ello la herramienta fundamental era la discusión. Discusiones infinitas porque a cada conclusión le seguían siempre nuevas preguntas. Todos los avances partían, desde luego, de propuestas individuales (casi siempre suyas), que sistemáticamente eran sometidas al juicio colectivo. El calor de las discusiones no era reflejo del dogmatismo sino del rigor. Cada cual defendía, a veces con vehemencia, lo que creía que era correcto, pero siempre abiertos a aceptar la alternativa cuando esta se abría paso con argumentos más solventes. Muchos le acusaban de teórico, pero él siempre tuvo claro que el objetivo de todo era aplicar el conocimiento con el máximo grado de rigor, para mejorar una realidad que en nuestro caso era la seguridad nuclear. Creo que entre todos hemos logrado cosas grandes, y que nuestro trabajo ha sido valioso. Pero el mayor mérito es de quien supo liderarlo con maestría.

Pero los equipos no se forman solo trabajando. Si una cosa tenía clara José Mari, era que los equipos los forman personas. Y también fue un líder en la promoción de relaciones interpersonales. Los cafés de media mañana, las comidas (en las épocas en que lo habitual era la jornada partida), las cenas de Navidad, las excursiones a lugares magníficos que él se trabajaba como nadie, todo eso era una parte esencial de la formación del espíritu de equipo. Y también eran momentos en los que podíamos
percibir que el conocimiento, la crítica, el rigor y el respeto por las demás personas, eran valores esenciales también fuera del trabajo.

Creo que nunca he conocido un equipo de trabajo y de amigos que se asemeje a este al que he tenido el privilegio de pertenecer. En todos los que hemos formado parte de él, pero también en otros compañeros de fuera del grupo que compartieron muchas horas, muchas confidencias y muchos sentimientos con él, José Mari ha dejado una marca indeleble. Seríamos distintos si no le hubiéramos conocido.

José Mari, ten por seguro que tu partida no es una despedida. Sigues formando parte de muchos de nosotros. Eres una de las personas de quien con más contundencia se puede afirmar que su vida no ha sido en vano. Gracias por haber estado cerca, compañero, líder, maestro. Gracias, amigo.

Y para terminar me permito tomar unas palabras prestadas de alguien que sabía expresar sus sentimientos mucho mejor que yo:

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Javier Hortal – 19 de abril de 2023             Descargar PDF